San Martín y la primera ley de protección a la industria nacional que nunca fue

En 1816, mientras la flamante nación buscaba consolidar su independencia, José de San Martín impulsaba una idea que hoy sigue siendo tema de debate: la protección de la industria nacional. Lo hacía a través de su aliado político, el diputado mendocino Tomás Godoy Cruz, con un proyecto destinado a favorecer la producción vitivinícola local.

La iniciativa proponía frenar el ingreso de vinos extranjeros que inundaban el mercado rioplatense, en especial los provenientes de Chile y Europa, y que dejaban a los productores locales en clara desventaja. San Martín, gobernador de Cuyo, conocía de primera mano el esfuerzo de los viñateros y entendía que la independencia no sería completa si la economía nacional quedaba subordinada al poder extranjero.

Sin embargo, el proyecto fue rechazado por un Congreso con fuerte impronta liberal, que defendía la apertura comercial como principio casi sagrado. La joven Argentina optaba así por un camino de libre comercio, dejando a su suerte a una industria incipiente que buscaba nacer en el marco de la independencia política.

Una visión adelantada

El intento de San Martín puede leerse como el primer antecedente de una política de protección industrial en el país. Un planteo que, más de dos siglos después, continúa dividiendo opiniones: ¿es el proteccionismo una herramienta para consolidar la producción local o un obstáculo que limita la competencia?

En aquel entonces, San Martín lo veía con claridad. La soberanía no se jugaba solo en los campos de batalla, sino también en los mercados. Sin industria nacional —en este caso, sin viñedos y bodegas capaces de abastecer al país— la independencia corría el riesgo de quedarse en los papeles.

El debate que persiste

Hoy, cuando la Argentina discute cómo fortalecer su matriz productiva frente a la apertura indiscriminada de importaciones, vale recordar que ya en 1816 San Martín advertía el problema. Su proyecto frustrado no solo hablaba de vino, hablaba de futuro: de la necesidad de que un país independiente sostenga también industrias propias, capaces de generar empleo, riqueza y orgullo nacional.

El Congreso de Tucumán proclamó la independencia política. San Martín intentó, sin éxito, proclamar también la independencia económica.

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